Historias de tulipanes (1 de 4)

Buenos días lectores/as!! No os creáis que todo este tiempo no había escrito nada y que me había olvidado de vosotros, no!! Aquí os traigo un trabajito que he hecho yo, iba para libro, pero bueno, lo divido en cuatro post's y espero que os guste... Pondré un post cada jueves.

Primera parte (De cuatro).


Por afán de jardinero empedernido, y por muchas cosas más. Me contenté comprando unos simples bulbos de tulipán, estaba de viaje, por lo tanto estos aguardaban en el envase sin apenas imaginar lo que el porvenir les depararía, aunque supongo que no imaginarían nada, por la pura simpleza de que no tienen esa capacidad, pero como en este relato nos vamos a olvidar de la estrecha barrera que separa la ficción de la realidad, vamos a pasar ese detalle por alto, y vamos a continuar como si nada hubiese pasado, ni fuera a pasar. Había cinco bulbos, planeaba regalarle uno a mi amiga Tamara, y así compartir opiniones sobre el crecimiento de nuestros chiquitines.

Era invierno. Hacía frío. Por la ventana veía los árboles sin hojas, consecuencia de las heladas de otoño. Las nubes blancas cargadas de agua surcaban el cielo a gran velocidad. De fondo oía los chasquidos de la madera ardiendo de la estufa. El viento paró, la nubes se detuvieron, debía haber atasco en las autopistas del cielo. Éstas convivían con la inexistencia. Veía por mi ventana un perro de tamaño mediano, con el rabo entre las piernas, tiritando, empapado por la lluvia.“Pobre perro”, pensé. “Por mucho pelo que tenga, el frío se hace notar, y anda deambulando por ahí fuera como un gallo agonizando, lo voy a dejar pasar”, dije. El perro no era mío, pero mis principios me obligaban a darle cobijo, soy un fuerte defensor de los derechos de los animales.
Cuando abrí la puerta los grados bajo cero me dieron una fuerte bofetada simultánea en todo mi ahora endeble cuerpo. Hacía gestos para que pasara, “Pasa bonito, que hace frío”, dije. El perro se negaba a pasar, insistí, pero cuando llevaba ya cinco minutos intentando que el perro entrara. Llegó un anciano que decía ser su dueño, le ataqué con la mirada cuando levantó una vara y el perro ahora histérico se orinaba y se agachaba con el rabo entre las piernas. Sentí en mis adentros todo el dolor que tuvo que sentir ese pobre ser vivo para reaccionar de tan brutal forma ante un simple movimiento. En un principio me negué a entregar el pobre animalito, pero al final tuve que ceder impotente ante su opresivo ataque, ya que legalmente el perro era suyo y yo no tenía pruebas de ningún maltrato hacia el perro o hacia mi. Al fin y al cabo estaba en el campo, esto aquí era normal, cotidiano e incluso divertido. No logro entender la mente humana, y creo que nunca la entenderé.
Intentando olvidar, meditar, o dejar de reaccionar ante aquellos hechos fui a mi habitación, me acerqué a la ventana para contemplar la pura y cruel naturaleza, “Prefiero mi civilización y mi contaminación urbanita antes que esta pura verdad natural, pero a su vez desfasada y cruel”, pensé haciendo alusión al Ying-Yang, porque cierto es, que todo lo malo tiene algo bueno, y todo lo bueno, a su vez, tiene algo malo. Tenía encima de mi mesilla, mis futuros tulipanes, que ahora eran simples bulbos en un envase de plástico. Los cogí, sentía que en mis manos tenía la verdadera vida pacífica, esa que vive y deja vivir, afectando positivamente a su entorno, haciendo bello el paisaje, sin pensamientos negativos. Sentía esa energía neutral. Me sentía bien. Era natural. Era sublime. Le cogí bastante cariño a aquellos bulbos, que, hay que decirlo, eran seres vivos.

Apenas había nubes en el cielo, había despejado, los rayos tibios del sol entraban por mi ventana. Aún quedaban restos de la incesante lluvia de las anteriores horas. Los árboles sin follaje tenían en sus ramas las lágrimas del viento: La lluvia. Aquella imagen de postal me hizo sentir vivo. Era otra de esas experiencias paranormales en las que la energía positiva de la naturaleza penetra en nuestro cuerpo. Era bonito. Las hojas danzaban en la suave brisa que abarcaba los prados. Todo esto rozaba la perfección. Cada vez sentía que aquellos futuros tulipanes estaban más llenos de vida. Nunca había apreciado la vida que entraña una planta. Era cuanto menos, curioso. Tenía ya muchas ganas de plantar aquellos bulbos. Rozando la locura decidí descansar.

Insisto, es la primera parte, hay cuatro. =) Espero que os esté gustando =)

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