Día intelectual II

Por primera vez le voy a agradecer algo al capitalismo, y ese algo es que exista, ya que si no existiera no podría escribir, hablar y difundir mi oposición a éste. De todas formas, aún en el siglo XXI, al menos a mí me es imposible evadir por completo el afán de ganar, reunir y derrochar. A veces me da un flash, no sé cómo describirlo, es como si de repente algo que siempre ha permanecido oculto en tu subconsciente, pasa a un estado destellante y llamativo que cautiva tu atención. Con estos ataques reflexivos, me entraron una irrefrenables ganas de ir a la librería mas cerca de donde estuviera. Fui al centro comercial: NEWS & BOOKS. Ojeaba libros anticapitalistas, lo último de José Saramago. Y alguna que otra novela interesante. Al final no me llevé ninguno de estos, me llevé El Viaje del Elefante, de José Saramago. Cuando llevaba el libro en la bolsa y me disponía a salir, me entró uno de esos ''flash'', y pensé:
--¡Qué curioso! Me da un ataque intelectual y anticapitalista, ¿Y al primer sitio que voy es a un centro comercial?

Día intelectual

Nota: Sé que no esta entrada no va en el contexto del blog... pero... ¿quién dijo principios?.

Cuando un simple pero coordinado texto te hace pensar y reflexionar sobre un tema con espinas, un tema que se le atraganta a la sociedad, sabes que ahí está la literatura moderna. Me encantaría tener en mis manos el texto ansiado por cualquier escritor que se precie, ese texto que no será, mayoritariamente, leído por afición ni seguimiento, sino por la curiosidad generada por la polémica. Ese texto, breve o extenso, que desataría la ira de medio mundo, y la simple satisfacción victoriosa de la otra mitad. Ese texto que siempre sabes que censurará la Iglesia, ese texto ante el cual siempre habrá unos grandes mandatarios opositores. Ese texto que no interesa económicamente, sino que interesa a la sociedad ética y discurrente. Por desgracia, y aunque suene contradictorio, ese texto no existe, pero a pesar de su inexistencia, muchos lo toman con ejemplo a seguir.

No me gusta decir adiós, por lo que la palabra conlleva. Hasta luego.